Aquel verano del 36
(I parte)

El 17 de julio de 1936 salta la chispa, en los territorios africanos españoles, de un pronunciamiento militar que se viene rumiando desde que prácticamente ha nacido la II República y que, posiblemente debido al triunfo del Frente Popular en el mes de febrero de 1936, ha producido el temor suficiente para que los dubitativos se adhieran de una vez por todas a la conspiración y los conjurados aceleren los preparativos para asestar el golpe. El 18 de julio esa chispa salta a la península.

El gobierno republicano conoce los movimientos de muchos de los implicados pero, o bien no sabe abordar la situación con la entereza y la fuerza necesarias ya que considera que se trata de una nueva sanjurjada, o bien hace oídos sordos a quienes auguran que aquella “asonada” va muy en serio creyendo, erróneamente como hoy sabemos, que pueden aplastarla con suma facilidad.

Lejos de las altas instancias gubernamentales o de los despachos, cafés o cuarteles donde se conjura contra el gobierno, muchos ciudadanos viven ajenos a estas circunstancias. Incluso no saben del estallido de la guerra de forma inmediata, y es obvio, puesto que por aquel entonces carecían de los medios a nuestro alcance hoy día para poder mantenerse informados; además, en muchos casos, los núcleos de población rural permanecen prácticamente aislados o pobremente comunicados con los centros urbanos de mayor entidad, donde resulta más sencillo acceder a la información.

Tropas del requeté alavés en Unzá (Araba)
Tropas del requeté alavés en Unzá (Araba).
Fotografía en: Diario de Noticias de Álava

A todo esto debemos sumarle el hecho de que los vecinos de estas entidades de entorno rural están mucho menos politizados que las masas de obreros fabriles residentes en las ciudades; y por lo tanto son ajenas en gran medida a ideologías y eslóganes revolucionarios y/o políticos. Por otro lado opciones más conservadoras se constituyen como las predominantes.

Dejando a un lado manuales, biografías o ensayos que nos hablan de las grandes personalidades políticas o militares que protagonizan este período, hemos querido abordar el asunto desde la perspectiva de la gente de a pie, desde el prisma de cualquier ciudadano alejado de los focos y de los escenarios principales, y narrar lo que sucedió en su entorno los primeros días de caos e indecisiones. A través de diversas entrevistas efectuadas en los últimos años a personas que sobrevivieron a la tragedia fratricida, vamos a conocer de primera mano sus impresiones sobre los hechos desplegados ante sus ojos; cuando y como llegaron a sus oídos los ecos de la contienda; cual fue su comportamiento inicial; sus acciones,… Algunos apenas son unos niños, otros en cambio militan en alguno de los partidos o sindicatos que se oponen a los sublevados y a algunos otros les sorprende el aluvión de acontecimientos. Demos comienzo entonces.


Manuel Ibarrola, natural de Laudio (Araba), está cumpliendo el servicio militar en Santander durante aquellos días en el Regimiento Valencia Nº 21. No obstante, cuando da comienzo la guerra se encuentra en Alcalá de Henares (Madrid), siguiendo órdenes de su capitán Francisco Álvarez, donde debe recoger un caballo de éste en los cuarteles que hasta hace poco ha ocupado el Regimiento de Caballería Calatrava y transportarlo a Santander:

En Alcalá de Henares si, ya, ya en la guerra ya con todo y claro entonces yo pues me encontré solo en Madrid, no había salido de casa. La primera vez que había salido era a las fiestas del 9 de mayo en Orduña.

Su única idea es regresar a Santander, pero para ello necesita hacerse con la cebada que el equino precisa para afrontar el largo viaje en tren hacia el norte y en los cuarteles no hay quien pueda ayudarle, todo son carreras e idas y venidas.

Y fui ante un jefe de estación y claro iba de militar yo, un cuartel de intendencia buscaba yo en Madrid, fíjate para encontrar un cuartel de intendencia en Madrid… Y se portó muy bien el hombre y me dijo: “Vaya usted al palacio real en tal dirección y allí al lado del palacio real está el cuartel de eso, del Pacífico”. Y efectivamente, voy al palacio real y estaban allí dos centinelas a la entrada, (…) me dieron 20 kgs de cebada para el caballo y yo a pasarlas como Dios, pasando hambre. Y así me pasó hasta que llegué a Santander.

Una vez entregado el caballo y tras echar un vistazo a la situación, piensa que la mejor opción es solicitar un pequeño permiso y regresar a su casa a la espera del devenir de los acontecimientos. Se presenta entonces ante el capitán Francisco Álvarez:

Y yo le dije: “Oiga mi capitán si me daría permiso para ir a Castro que ahí tengo un familiar” Pues yo ya sabía que no se podía, andaba mal el asunto y me dijo: “No se, eso va a ser difícil. Yo quisiera llevarle a Burgos”. Quería que vaya yo con él a Burgos. Pero yo le insistí “Oiga mi capitán es que he pasao mal por ahí durmiendo entre paja en el tren”. Porque había que ir con el caballo. “Bueno, bueno vaya usted donde el brigada que le haga un pase”.
Me hizo el pase. ¿Y sabes que hice yo? Al llegar a eso (Castro) seguí hasta Sodupe y en Sodupe en un camión de vacas de Arbide me vine a casa.

Manuel Ibarrola con Ikurriña del Batallón Araba
Manuel Ibarrola (derecha), con la Ikurriña de la 4ª Compañía del Batallón Araba.
Fotografía del autor

Manuel desconoce que pasa con este capitán y si finalmente consigue llegar a Burgos y como es de esperar unirse a los sublevados.

Una vez a salvo en Laudio, se presenta en el cuartel de la Guardia Civil por su condición de soldado de reemplazo para ayudar en lo que sea menester, mas no requieren de sus servicios hasta nuevo aviso. Finalmente lo llaman y equipado con un Mausser y sus respectivas cartucheras, acaba integrándose en el batallón Araba de adscripción nacionalista (PNV). Para ello se dirige al palacio del marqués de Urquijo, que había sido incautado por la Junta de Defensa local.


La experiencia de Mateo Balbuena es completamente distinta. Mateo es oriundo de León y vive desde febrero del 36 en Basauri. Persona inquieta y fuertemente ideologizada que milita en el Partido Comunista desde que es un adolescente, de hecho es secretario de las JSU desde mayo del 36. Ya el 18 de julio, cuando se entera del comienzo de la sublevación, se reúne en el local del partido con los demás compañeros para intentar organizarse de cara a la situación que se avecina y que consideran adversa.

Nos reunimos la directiva y acordamos formar grupos. Grupos que no llevaban armas, si no un punto de vigilancia. La dirección me encarga a mi como secretario que organice, y yo organizo grupos de 10 hombres; a estos 10 hombres les decía: “Bueno a ver, nombrad uno que tenga la responsabilidad de yo conocerle y tener relación conmigo. Lo que haya, las directivas que tengamos que dar pues que las recibe él por parte de esta”.
(…) Unos acontecimientos de una velocidad y de una, a veces de una oscuridad total; pero bueno los acontecimientos obligaban a hacer…a tomar partido. Pero claro tenga en cuenta que nosotros ya cuando a los…antes ya habíamos asaltado fábricas para…que tenían esto…los guardias, tenían un mosquetón; había unas…carabinas (…), yo recuerdo que cogimos, en la fábrica de… en Lutxana… una especie de fusil más reducido de procedencia inglesa. Y que por cierto el grupo que yo dirigía salió uno de la fábrica de “Cementos Anda”.

No lo duda ni un instante y cuando se solicitan voluntarios para acudir a Donostia se alista. Combate duramente en el asalto del hotel María Cristina y posteriormente en el asedio a los cuarteles de Loyola. Durante los combates para rendir el María Cristina, Mateo Balbuena se aposta en el teatro Victoria Eugenia anexo al hotel:

Se conoce que ellos por algún medio pidieron parlamento,(…) y ya, yo no se quien o como; se acercó a nosotros y dijo que se habían rendido. Y al poco tiempo entré con otros, a sacarles de allí. Que por cierto en un salón, un salón de entrada, la escalera y allí aparece una enorme paellera. Cago en diez, paella! Con esto…con todo lo necesario, con todo de una paella. Y perplejidad! A ver si va a estar envenenada. Pues vamos a ver, tenía un hambre y a comer. Y aparece mientras allí uno: “Hombre, yo soy tal” y sacó unas llaves, era el llavero de la bodega y fue a traer vino.

Mateo Balbuena y milicianos del Leandro Carro
Mateo Balbuena (izquierda), junto a otros milicianos del Batallón Leandro Carro.
Fotografía en: http://guerraenlauniversidad.
blogspot.com.es/

Después de la pitanza, exhaustos y con los rebeldes en retirada, deciden descansar para retomar la lucha con renovadas fuerzas:

Nos llevan a dormir al Casino; dormimos junto a cadáveres de facciosos, tanto guardias civiles como soldados.

Una vez los cuarteles de Loyola caen en manos leales a la República, Mateo regresa a Bilbao con lo puesto, cansado y con la ropa sucia y rota. No tiene ni un céntimo para tomar un tranvía que le pueda dejar en Basauri, donde tiene el domicilio. El revisor lo observa, Mateo duda si subirse o no pero acaba tomando asiento. El revisor se aproxima y sonriendo le dice: “No se preocupe, para los combatientes es gratis”. Todavía se emociona al recodar la anécdota.

Después ejercerá de teniente en el batallón comunista Leandro Carro, y una vez caído el frente norte continuará combatiendo en la 65ª Brigada de Carabineros.


Félix Padín no se queda atrás. Desde bien joven está afiliado a la CNT junto a sus hermanos, es uno de sus miembros más activos y concienciados; y como es de esperar, es consciente de que un pronunciamiento de los sectores más reaccionarios de la sociedad es cuestión de tiempo. Es testigo de primera mano de la táctica de Falange Española, la de crear alboroto y desasosiego en las calles bilbainas a base de algaradas y pistoleros contra miembros de la CNT. Actúan fundamentalmente en los barrios obreros de San Francisco y Las Cortes.

Vimos cuando ya salió la Falange el plan que traían. Porque por allí por Bilbao por la calle de Las Cortes; San Francisco, por allí; venían pistola en mano y armaban unos alborotos…
Y en la CNT pues entre 4 nos formamos un grupo… Porque cuando salías a vender el periódico; que solíamos salir nosotros a vender el periódico, te juntabas con ellos y ellos venían con pistoleros a provocar. Pues nosotros tuvimos que hacer una cosa parecida. Iba un compañero vendiendo el periódico y nosotros 3 detrás pues protegiéndolo por si acaso estos daban.

Llega el día de la sublevación, el local del sindicato es un hervidero de afiliados entre los que se encuentra Padín, porque allí disponen de una radio a través de la que se van enterando de los acontecimientos.

Junto con unos compañeros se dirigen a su casa y hacen acopio armas que han ido escondiendo en el alero del tejado, por si llega la fatídica fecha que están viviendo en esos momentos.

Y ya sacamos todo eso y fuimos al sindicato y el primer día nos dedicamos a recorrer Bilbao a ver lo que pasaba; porque ese día pues salió todo Bilbao; una manifestación pidiendo armas. Salió en Bilbao una cosa que… digno de ver era eso. Allí no había ideas, ni había banderas ni había más que un pueblo que pedía armas.

No obstante, su grupo se une a quienes previsoramente rodean los cuarteles de Garellano, donde se acuartela el Batallón de Montaña Nº 6. Más tarde consideran que allí no es necesario su concierto y deciden recorrer las armerías de la ciudad para requisar todo el armamento posible, incluso toman una camioneta para dirigirse al almacén de dinamita de Galdakao (Bizkaia):

…nos salió la guardia civil y se enfrentó a nosotros. Nosotros íbamos 4 y ellos estaban 4 ó 5; se enfrentaron a nosotros y dijeron que si queríamos dinamita teníamos que pasar por el cadáver de ellos. Y nosotros nos volvimos, recuerdo que fuimos al gobierno civil; nos presentamos allí, nos dieron unos papeles. Y volvimos a la fábrica y cargamos la furgoneta de dinamita sin tropiezos ya.

Félix Padín, retrato
Félix Padín en un retrato anterior al conflicto.
Fotografía de I. Gorriti.
Fotografía en: http://mugalari.info/

El día 20 de julio, el mismo grupo de compañeros enfila la carretera que les lleva a Otxandio (Bizkaia), población cercana a la capital alavesa en donde saben que han triunfado sin resistencia los militares rebeldes. Pretenden recabar toda la información posible, enterarse por donde se mueven los insurrectos y calibrar las fuerzas de las que disponen.

Junto al ayuntamiento conversan con algunos milicianos socialistas y comunistas, éstos creen que los militares pronto intentarán entrar en la villa, por lo que les piden que se queden ya que disponen de pocos hombres y mal armados.

Y nosotros dijimos “Mira nosotros bajamos a Bilbao, vamos al sindicato y pedimos voluntarios y en cuanto estén los voluntarios y nos pongan coches para venir, venimos”.
Y así fue, fuimos al sindicato… dijeron que querían que no nos marcharíamos pero ya se convencieron. Nos juntamos unos 30 y tantos; entre ellos me parece 4 ó 5 compañeras. Y llegamos a Ochandiano pues por la mañana del 21. Y luego hacia el mediodía llegó la columna de Ochandiano; y en esa venían guardias de asalto, venían militares, venía una agrupación de la UGT, otra de… comunista y luego venían algunos otros compañeros nuestros que ya nos juntamos allí unos 70 y tantos. En cada agrupación de eso estaríamos esa cantidad de hombres.

Sonríe al recordar una anécdota que les acontece camino de Otxandio; durante el trayecto alguien exclama que no portan bandera alguna que los identifique como milicianos de la CNT.

…Uno sacó allí un; no se si era un pañuelo, rojo y lo puso. Y dice “pues falta lo negro”, y dice una compañera, “Pues lo negro lo pongo yo” y hace así por el traje…

(imita como si se metiera la mano por debajo de una falda)

…y las puso allí.

(obviamente se refiere a las bragas).

Las risas y las chanzas duran poco. Al día siguiente presencia horrorizado la masacre producida por el bombardeo perpetrado por dos aviones Breguet XIX que han despegado de Logroño, la dantesca escena que queda luego de esta acción nunca se borró de entre sus recuerdos.

Al otro día recuerdo yo que llevaba una cajita así pequeña…

(con las manos simula una caja como para un niño de muy corta edad)

…un niño así llevaba yo al cementerio…y lloraba, lloraba y decía “Esta gente no tiene perdón”.

La guerra fue transcurriendo y Félix Padín pasa por los batallones anarquistas Durruti e Isaac Puente, después llegaron la cárcel y los campos de concentración.

Sergio Balchada


    Entrevistas

  • Manuel Ibarrola, entrevistado en Laudio (Araba) el 14/03/2011.
  • Mateo Balbuena, entrevistado en Lezama de Álava (Araba) el 03/06/2010.
  • Félix Padín, entrevistado en Miranda de Ebro (Burgos) el 07/07/2011.

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